Una vez me dijeron: “te estás mintiendo a vos
mismo”. Ésa frase, siempre llamó un poco mi atención, me parecía absurda, hasta
aquel entonces la había escuchado dirigida a otras personas y era la primera
vez que me señalaban con ella. No recuerdo cuál era el tema de conversación
que sostenía, lo anterior quizás hizo que en ese mismísimo momento lo olvide.
Me quedé cavilando sobre ¿por qué me la dijo a mí?; ¿es
absurda o no?; yo, como todos, mentía algunas veces, ¿pero me mentía a mí?; aun
intentando mentirme, ¿podía llegar a convencerme?, tenía que tener entonces, mayor
capacidad para mentir que para vislumbrar una verdad; ¡¿o hacerme el que me la creí?!,
o sea, ¿una mentira de mano con otra mentira?. Y si había un Liber diferente…
¿lo quería conocer?, ¿lo iba a soportar?, etcétera. Me quedó una curiosidad
agridulce...
Es entonces que, en unos de los tantos viajes, Buenos Aires -
Jujuy, me propuse desenmarañar todo esto.
El mentirle a los demás… el ocultar cosas que me
molestaban de mí… me había envuelto de tranquilidad, una mala tranquilidad; una
especie de conformismo disconforme; un permiso para infractores; había destinado
parte de mi ser creativo al “parecer”; una especie de aplicación amigable en
segundo plano, que le restaba RAM a mi vida; un parásito con cara de ángel; un
amanecer escenográfico, sucio y de cartón; un Liber de plástico, de mentira, reposando
a sus anchas en terreno del Liber verdadero, del Liber real, de mi esencia.
¡Automentira, sí, creída!, ¡Mentido en la cara! ¡Y en
mi presencia!
Pero esto no iba a quedar así… me proponía ir a lo
profundo del asunto, tenía miedo… ¡claro!, pero me había armado de pies a cabeza e iba dispuesto
a hacerme hablar, a no perdonarme nada, a ser totalmente frío si era necesario.
Por lo menos a mí, iba a dejarme verme la cara, ¡estaba enojado!, ¡pues quién
me había creído yo… pero ya me iba a tener que escuchar!
Así fue que luego de todo un encontronazo, ¡difícil!, peleado,
¡muy peleado!, pude finalmente ver a un Liber: resentido, envidioso, ignorante,
fracasado, o por lo menos, frustrado, alguien que había corrompido muchos de sus
principios… un Liber triste, lleno de vergüenzas, inseguro. ¡Un Liber falso! Un
asco de tipo quebrado en lágrimas, con llanto de niño, de esos con frecuentes sorbos
hondos de aire. Un llanto real… sí, al parecer no todo estaba perdido…
Muchas cosas que me hacían mal, tenían raíz en lo que había creado, un “escudo”, un “escudo” de excusas, un “escudo” cipayo, muerdemano, un “escudo”
que irónicamente hacía daño. Un “escudo” que me negaba la posibilidad de
hacerle frente a las cosas. Si no era capaz de ver lo que en realidad me pasaba,
cómo iba a poder ocuparme de ello...
Cuando un escudo está
hecho de mentiras, nunca te va a proteger.
Sigo mintiendo a los demás de vez en cuando… porque aún... no me reconcilio conmigo mismo, pero, recién cuando pude verme… hallé una
esperanza y trato, de a mí, mentirme lo menos posible, para poder enfrentar lo
real con algo real, con lo más cercano posible a mi esencia.
Ya habían pasado largas horas, casi llegaba a mi destino, un
Jujuy lluvioso me esperaba, mi origen lloraba conmigo... pero nos habíamos encontrado
al fin, eran lágrimas de alegría y quizás… de futura felicidad.
Te invito a que emprendas tu propio viaje, a tu origen, a tu esencia...