13 oct 2014

Mejor muerto que vivo.



Ya de chiquito tenía cualidades de bueno:

Sí, si con el sonido del río llegaba a sentir entre los dedos, las lombrices rotas que tan amablemente les cedía a mis amiguitos cuando niño. 

Y en el barrio, nadie olvida cuando le rompí la nariz a Tomi queriendo defender a Mati, o cuando le doblé el brazo a Mati para defender a Tomi. 

También era sabido entre las vecinas de la cuadra que, por una sonrisa de mi madre, era capaz de degollar mil flores…

Sí, si muy bueno era yo… Siempre decía: permiso, perdón y gracias…


De adolescente tampoco abandoné mis cualidades:

Nunca dejó de venirme a la memoria, con el dulce trinar de los… ¡claro que! Aquí, mis amigos eran un poquito más buenos que yo... nunca tuve mucha puntería para darle, en medio, a los pajaritos con mi honda. ¡Bueh! no se puede ser bueno para todo.

Y cuando tuve mi primera novia, la Laura, que siempre que estábamos… a ver… esperen, ¡no!, la Claudia, bueno, es difícil saber… para que no se sintieran menos ninguna de las dos, salía con ambas, -a qué iba…- ¡en fin!, cosas que no se olvidan jamás…

En la escuela siempre se me dio bien con las matemáticas, el último año me quedó muy grabado porque tuve: 7 en el primer trimestre, 8 en el segundo, 9 en el tercero y 10 en el cuarto, curioso, ¿no?, lo que me daba un promedio de 9.5, o sea, 10... ¡Cómo olvidarlo!, a esta materia la aprobaba siempre.

Sí, si muy bueno era yo… Siempre decía: permiso, perdón y gracias…


De adulto… hasta quizás me hice más bueno:

Ya sabía más… ¡tipo grande!, uno ve la vida de otra forma, más completa, con más responsabilidades. Me hice profesor de Historia y enseñé muchos años en un colegio, hasta que logré ser director, ¡mirá si no mejoré!

Pasé años dedicándole mi atención a la institución, a los profesores, al personal y al alumnado. Fueron años de paredes electrificadas, bancos rotos, sillas destrozadas, la institución se caía a pedazos, pero, logré que fuéramos una gran familia.

¡Ojo que, esto no quedó así!, de una institución que se caía... con lucha, con perseverancia, con paciencia, logramos ¡todos!, conseguir un nuevo edificio, súper completo, con todos los chiches necesarios para llamarse “colegio”.

Luego estuve un poco enfermo, pero ¡no bajé los brazos che!, la pelié, no podía dejarme, ya venía la Fiesta de Los Estudiantes y tenía que estar atento a muchas cosas, le puse todo… 


Pero…
 aun así…
 no lo logré…


Y de muerto:

¡De muerto sí que fui mejor!, ¡sí!, todos mis colegas, alumnos y amigos, encontraron prudente llevar mi nombre en andas por la avenida mayor de mi ciudad, es cuando creyeron conveniente además ponerle mi nombre al colegio, si hasta ahora siguen buscando llaves de bronce para levantar un busto en mi honor. ¡Pucha! si no fue hasta muerto que me di cuenta lo bueno que era…

Bueno, quizás no fui tan bueno antes… no sé… por ahí fui un tipo común, como vos, o como tu amigo, ¡o como un vecino!, o como tu padre o tu madre, ¡como cualquiera!, que simplemente trató de dar lo mejor, con sus límites y con sus falencias, pero con amor.

¡A ver! No es que me moleste que tal reconocimiento, no se me haya dado en vida eh… no crean que va por ese lado la cosa, no, si no es por mí, sino que me hubiera gustado poder, en vida, haberles dicho a ustedes, una vez más: permiso, perdón y gracias


Inspirado en la memoria del director Luis Martinez, del Centro Polivalente de Artes, Jujuy.

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