A la NADA le debo todo, porque es cuando NADA tuve que poseí
por primera vez, fue mío el saber que la NADA es lo único que en verdad tengo, y no es poco… Lo único que
lograré acumular en grandes cantidades. Pero calma, que hay de sobra, no piensen que quiero dejarlos
sin NADA a todos, al contrario, quiero dejarles toda la NADA posible, es enormemente
necesaria y debemos compartirla.
La NADA es una de ésas pocas cosas, profundas, que nos son
comunes, de ésas que suelen reír últimas, de ésas que saben pasar inadvertidas,
astútamente camuflada en todas las cosas, todo el tiempo… sin permitirse el más
mínimo descanso.
Además la NADA me dio innumerables momentos para pensarlo
todo, cuando más me le acercaba, la fantasía de “tener” se volvía frágil, débil…
y entonces… fuerte… me volvía yo.
Es cuando la NADA se presenta que por fin vemos algo de
verdad, por fin vemos al otro como un par. Ése con que nada nos unía, pues,
paradójicamente, NADA nos unió tanto como ella…
Pensar que estuvo siempre tan cerca, hasta en ésos pesados momentos
en que uno no entiende nada, pero si casi bailaba en frente mío… y ahora entiendo…
NADA… nada… NADA…
Nada lo es todo... por éso: NADA, lo es todo. Porque qué es TODO…
“TODO” ¿Acaso es algo?
¡NADA!
Podría concluir entonces en que la NADA me lo ha dado TODO.
Así que ya ni NADA tengo...
¡Eureka!