Me acompaño en esta noche.
En tenue luz del monitor esparcida sobre el teclado, otra vez, como otras tantas veces. La vista cruza de arriba abajo y de abajo arriba en lo que persigo mi pausada dactilografía, será que a pasado un rato largo y un poco más que no me he permitido perderme entre mis propias líneas, será que a pasado un rato largo y un poco más que no me he dejado pasar ese umbral hacia mis certezas e incertezas, será que no me he animado a sentir de nuevo el vértigo de hundirme en mí ser, será que he estado esquivándome, no hace un rato, sino hace un rato y un poco más y... un poco más.
Pero la existencia tiene esas idas y vueltas, de nuevo aquí, conmigo y yo, me pregunto si me he extrañado, me pregunto si he sido más o menos feliz sin mí, me pregunto y vuelvo a preguntar, pero no respondo y vuelvo a no responderme en aras de conservar esa ensimismada pas, digo paz.
Y en lo que parece una enmarañada reflexión trascendental, termina siendo un efímero polvo mental que una vez más no me lleva a ningún lado, al menos a mí, pero esta noche no estoy solo, claro está. Quizás sirva de algo entonces, otra vez, como otras tantas veces. La vista cruza de arriba abajo y de abajo arriba, pero esta vez sobre mí, después de un rato largo, pero ni cuarto de hora más ni cuarto de hora menos.
Que suerte. ¿No? No estar solos digo… ¿No?
¿Hace cuánto que no pasas un rato contigo, sí, un rato, pero, un rato y un poco más?
